sábado, 27 de junio de 2015

Lo Dudo, Lo Pienso. (p.st. y Jacka)

Te escribo aunque no te conozco, aunque no he escuchado tu voz, aunque no he percibido tu aroma, aunque no te he visto, claro está, que no te recuerdo. ¿Cómo podría hacerlo?

Lo dudo, lo pienso.

Te escribo, en donde estes y si es que estás, si es que es posible crear una realidad, si es que es posible llegarte a soñar. Te escribo, si es que vives, si es que viviste, si es que vivirás. Si es que algún momento volteas al cielo y te sientes movido por el misterio de la luna llena, si es que te maravillas con la tranquilidad del mar, si es que puedes oler a Dios en la lluvia, si es que late tu corazón, si es que alguna vez lo hizo, si es que alguna vez lo hará.

Lo dudo, lo pienso.

Te escribo desde la incertidumbre, desde el crepúsculo, desde el silencio. Te escribo desde la soledad, desde la tierra, desde la oscuridad. Te escribo a partir de una idea, a partir de un sentimiento, a partir de un momento, de un instante que lo es todo excepto eterno. Te escribo, te escribo para reír, te escribo para llorar, te escribo para olvidar, te escribo para recordar.

Lo dudo, lo pienso.

Te escribo con la duda en los labios, soltando secretos al viento. Te escribo con los poros despiertos, como cambiando de piel. Te escribo porque te creo posible, porque te construyo e imagino, porque al hacerlo borro los límites de esta dimensión.

Lo dudo, lo pienso.
 
Te escribo en esta soledad que compartimos, en la orilla del asombro, al filo del deseo que va más allá del ser...
 
p.st. y Jacka


viernes, 30 de marzo de 2012

El silencio no es un lugar vacío, ni mucho menos inexpresivo

¿Cómo fue que comenzó todo esto? Trató de recordar el momento exacto, el momento preciso. Cerró los ojos para volver los recuerdos más nítidos, respiró hondo y esperó... Una serie de imágenes invadieron su mente sucediéndose unas a otras con gran rapidez. Un escalofrío recorría su cuerpo, estremeciéndolo todo a su paso mientras una sonrisa se esbozaba en su rostro...

 Lo recordó todo, la primer mirada, la primer palabra, la primer sonrisa, el primer todo, como si estuviera sucediendo todavía, como si hubiera quedado atrapado en aquellos instantes... Incluso recordaba los aromas, las texturas, las sensaciones. ¿Cómo era posible que todo eso hubiese estado ahí guardado, en los recovecos de su memoria, por tanto tiempo?

 Habían pasado años sin que su mente se paseara por esos recuerdos y aún así, ahí estaban, intactos, inermes e insensibles al inclemente paso del tiempo y él seguía ahí, esperando, como si la espera fuera un arte exquisito, como si no esperara de hace ya mucho tiempo.

Era una tarde de otoño, el sol apenas iniciaba su retirada. Llegó a ese café buscando refugio del caos de la ciudad, se sentó en la primera mesa que vio desocupada y encendió un cigarro. Su mirada se perdió en las formas que iba tomando el humo al disiparse. Cada forma le recordaba a ella en uno u otro sentido, podía sentirla como si hubiera de vivir la eternidad junto a ella, lejos del olvido. Pidió un café americano sin azúcar, y rápidamente echó un vistazo a su alrededor. Le parecía como si toda esa gente fuese testigo silencioso de su historia, como si supieran de aquellos tiempos en los que la tenía para él, de las tardes que compartieron y las noches y los amaneceres en los que sentía su respiración antes de abrir los ojos y sonreír al saber que no era un sueño, que ella estaba ahí, con él y él estaba ahí, para ella. Siguió fumando lentamente, viviendo de los recuerdos en silencio, esperando.

Miró el reloj plateado con carátula blanca y números negros que usaba en la muñeca izquierda y que muy rara vez se quitaba, ese reloj plateado que había sido un último regalo...

“El tiempo no tiene piedad”, había dicho él con su acostumbrado fatalismo al abrir la caja. “El tiempo no lo es todo”, había respondido ella con ese aire misterioso y juguetón al enseñarle la inscripción al reverso del reloj. Una frase corta grabada con letra sencilla que parecía contener toda la sabiduría del cosmos. Tan sólo recordar esa frase lo hacía sentirse seguro de su lugar en el mundo, como si un hilo invisible conectase su alma con aquella otra alma que conocía tan bien.

"El tiempo no lo es todo" se repitió a sí mismo mientras trataba de borrar por un momento la imagen de aquella otra alma de su mente, echando un último vistazo a su alrededor. Le dio una última bocanada al cigarro y acto seguido el último sorbo al café y cuando volteó a ver la mesa para dejar la taza, sucedió. Le pareció ver pasar aquella silueta que conocía perfectamente y doblar la esquina, aunque no estaba totalmente seguro. Soltó un billete y sin pensarlo echó a andar en esa dirección aunque sus pasos eran inseguros, como si temiera que su imaginación le estuviera jugando una broma.

Aún cuando estuvo justo detrás de esa figura que caminaba con tranquilidad, su mente le gritaba que podía estar equivocado mientras el corazón se aceleraba como si quisiera alcanzarla. La melena un poco despeinada, los pasos cortos y firmes, las marcadas caderas... tenía que ser ella.

Trató de hablar pero la voz salió muda. Apresuró un poco su caminar y estiró la mano, tomando esa otra mano que se balanceaba suelta, como esperando asirse a algo.

Aún sin verle el rostro y solo por aquella sensación tan añorada que le provocó aquella piel supo que era ella. Aquella mujer dejó de caminar, se quedó inmóvil. También en ese instante supo que se trataba de él y un torrente de sangre golpeó su cabeza y aceleró al máximo su corazón. ¿Acaso todo aquello era real?

Permanecieron así, inmóviles algunos segundos, segundos que parecieron años. Ella rompió el silencio con una sonrisa que a él le pareció explosiva. Era una sonrisa que gritaba y cantaba al mismo tiempo, como una parvada de pájaros alistándose para dormir, como una nueva melodía que ya se sabía de memoria. Él se descubrió sonriendo también y sosteniendo su mano fuertemente.

Aun así, ninguno dijo palabra alguna que no hubieran dicho ya sus miradas. Y hubiera sido inútil cualquiera de ellas, porque en esos segundos que parecieron años, aquellos ásperos y difíciles momentos que habían vivido quedaron instantáneamente enterrados en el olvido.

Para ellos, no era necesario hablar de perdones u olvidos, de dolores o resentimientos que hace mucho tiempo habían dejado atrás. En esos momentos eternos, lo único indispensable para ellos era mirarse en silencio, porque cuando en dos corazones hay amor, lo que sobra son las palabras…

Cadáver exquisito o relato a dos plumas por P.St. y Jacka [Killer Queen]

jueves, 20 de noviembre de 2008

La muerte (P.St.)

Era pequeña, solo de tamaño claro está, pero lo suficiente como para mí. Además de pequeña, también era vieja, aunque no se le notara la edad, eso sí, infinitamente sabia y hermosa, de eso no había duda alguna.
Tocó a mi puerta en una noche fría de otoño que venía adornada con una luna llena que yo jamás había visto, recuerdo haber pensado hasta ese momento, después de no se cuántos años, y por el sentimiento que me había producido verla, que yo era lunático.
Verla parada en mi puerta fue algo extraño, ya que no estaba totalmente preparado para hacerlo, además de que era una noche bastante fría y ella venía vestida como para una boda en verano. Ella era blanca, con el cabello negro como la obsidiana y ondulado, casi a media espalda. Traía puesto un vestido negro y ligero que le llegaba un poquito debajo de las rodillas y con un escote discreto en el pecho pero con la espalda casi totalmente descubierta, como dije antes, era infinitamente hermosa.
Le pedí que pasara a la sala y que se sentara frente a la chimenea para que se le quitara un poco el frío, también le ofrecí una manta, la cual rechazó, diciendo que, comparado a donde ella venía, aquí estaba muy agradable el clima.
Después le ofrecí un whisky, el cual aceptó, sólo con la condición de que también le regalara un cigarro, y pues como hacía demasiado frío, yo estaba bien preparado, acababa de comprar cigarros para toda la semana.
Y así fue como empezamos a platicar de diversas cosas como el trabajo, el amor, la soledad, en fin, platicamos de todo. Me costaba trabajo verla a los ojos, no sé porqué pero me ponía nervioso y creo que no lo pude disimular mucho, ya que llegó un momento en el que me pregunto si le tenía miedo, a lo cual solamente pude responder que no con la cabeza. Después tomo mi mano y con una sonrisa que me dijo que era un poco extraño que no sintiera miedo como la mayoría de la gente lo hacía y le respondí que no podía tenerle miedo porque sabía perfectamente que algún día ella tendría que aparecer y que de cierta manera estaba preparado para verla llegar, lo que sentía era solamente un poco de asombro porque en realidad no la esperaba tan pronto. Me dijo que ella no pretendía hacerme daño alguno que iba a ser gentil conmigo y después desvió la plática hablándome de cosas que parecían de otro mundo.
Y así pasaron lentamente las horas, entre whisky y cigarros, hasta que a lo lejos empezó a clarear. Me dijo que se le estaba haciendo tarde, pero que antes de irse me iba a acompañar a que me acostara, después se levanto del sillón y me tendió la mano, no puedo describir lo que sentí porque fue desconocido para mí, pero a final de cuentas fue una sensación agradable.
Llegamos a mi cuarto y mientras yo me cambiaba ella preparó mi cama. Después me dijo que me acostara, y lo hice, luego me cobijo y acarició mi cara, me dijo “me tengo que ir pero te prometo que la próxima vez que abras los ojos yo estaré ahí”. Después besó mi frente y volvió a acariciar mi cara, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, y antes de llegar a ella se desvaneció.
Vi el primer rayo de sol y respiré profundo, fue mejor de lo que esperaba, y que mejor que hacerlo solo en tu cama y sin hacer sufrir a nadie, pensé… después… solo cerré los ojos… esperando volverla a ver…

Creía verla caminando por la calle y luego me avergonzaba por haberla confundido con cualquier chica mundana que caminaba distraída. A veces podía sentir su tacto, su maravilloso tacto que hacía que mi espina dorsal se estremeciera.

Todo era una confusión, no sabía si eran tantas mis ganas de volverla a ver o si ella en verdad se aparecía de pronto para sacudirme. Pasaba días y noches buscándola, esperándola, saboreando cada trago de whisky, cada cigarro como en aquella velada que habíamos compartido. El tiempo se hacía borroso y era como si saltara de un lugar a otro sin recordar los recorridos. De pronto era verano, luego invierno, la casa de mis padres era después una casa de playa en la que jugaban unos niños, yo era un viejo, un hombre común, un artista... hasta que abrí los ojos... ahí estaba ella... y nadie más...

P.St. & Jacka

La Muerte (Jacka)

Se dejó ir, se fue apagando.
Algunos observaban el declive sin emitir sonido alguno, confundidos ante la visión terrorífica de su espíritu maltrecho.
Su amante recordaba las noches de pasión que compartían, recordaba sus manos firmes, sus besos ardientes. Luego se le erizaba la piel al sentir los nuevos dedos tibios y débiles que en vez de arrebatarla del mundo en un abrazo erótico, ahora la tentaban como si estuviesen escogiendo la fruta más madura.
El pobre diablo ya no leía, ya no fumaba y comía poco y mal. Daba eternos discursos sobre el tedio y sólo escribía reclamos por lo predecible de la vida.
Las risas sólo le eran arrancadas a través de la burla que se había convertido en su nuevo hobby. Los amigos no se habían cansado de él, simplemente lo habían olvidado, como si su presencia se hubiera ido desvaneciendo poco a poco y sólo quedara el recuerdo de aquella persona que él ya no era.
Desde el Otro Mundo su madre lo miraba iracunda, indignada ante tal desperdicio, se aguantaba las ganas de darle una visita nocturna para agitar la poca adrenalina que aún parecía quedarle.
La desesperada mujer hablaba durante las madrugadas con La Dama de Negro tratando de entender qué vida le quedaba al desdichado hijo que ella misma había traído al mundo.
Y así, conforme pasaba el tiempo, el se volvía cada vez mas imperceptible. Su amante terminó por olvidar también aquellas noches de pasión interminable, al grado de también olvidar el nombre de la persona que dormía a su lado, como si nunca lo hubiera conocido, como si nunca lo hubiera besado, como si nunca lo hubiera amado.
El, por su parte, hizo lo propio consigo mismo, hasta que llego un día en el que no se reconoció en el espejo, y fue ese mismo día, el día que dejo de hablar, y que dejo de escribir, fue ese día, el día que decidió que también se le olvidaría respirar.
Su madre y la Dama de Negro lo observaron subir lentamente hasta su habitación, lo vieron cambiarse con la tranquilidad de quien sabe su destino, listas para tomarlo entre sus brazos se acercaron poco a poco, hasta quedar paradas cada una a un lado de la cama.
Hizo una pequeña pausa mientras se cambiaba, como si hubiera sentido que ellas estaban ahí, le hecho una mirada a su cuarto como tratando de encontrarlas, pero todo lo que pudo percibir, como todo lo demás, lo olvidó.
Terminó de cambiarse y se dirigió a su cama, se acostó, y por mas que quiso no pudo sentir nada, ya todo lo había olvidado.
Cerró los ojos, se dejo ir, y poco a poco, en cuestión de minutos, se fue apagando lentamente hasta que, justo en el segundo en que la Dama de Negro tomo su mano, todo, por fin, terminó.
Jacka y P.St.

domingo, 28 de septiembre de 2008

La soledad (P.St.)

La vi construir su propio refugio, segundos antes de lo que vendrá, como si pudiera adivinar el futuro. No fue fácil levantar un lugar donde poder resguardarse para cuando las lagrimas del sol empiecen a caer sobre las ciudades que algún día serán abandonadas.
Este refugio es un lugar pequeño, pero lo suficientemente resistente para cuando el mundo decida destruirse a sí mismo. No tiene jardín, ni hay mascotas en él, no hay fotografías colgadas en las paredes, ni televisiones o computadoras, no hay sala o cocina, tampoco ironías o paradigmas, no hay ruido alguno o visiones, no es un lugar lleno de colores.
Es un lugar completamente blanco como su alma, lleno de vida como su corazón, un lugar lleno de plenitud y esperanza como es su esencia, hermoso y tranquilo como sólo ella puede ser.
Es un refugio del mundo exterior, donde no existe la pena, el llanto ni el dolor, sólo está ella recostada en su interior, lejos de todo, inmersa en aquel hermoso lugar que se llama soledad. No recibe visitas más que en sueños, los que se acercan a su refugio lo hacen con pasos temblorosos y se alejan rápidamente.

Cuando cierra los ojos, se abren ante ella mil mundos distintos y todos son bellos. En la soledad ella es, ella fue, ella será. Es un la soledad donde se duerme y se despierta y donde cada noche muere para renacer al salir el sol.

Yo la vi construir su propio refugio y guardé la llave en el bolsillo de mi chaqueta. Me gusta entrar a escondidas mientras duerme y disfrutar en la inmensa blancura. La observo mientras teje en sueños, absorbo sus suspiros y sonrío cuando empieza a desperezarse. Siempre salgo antes de que abra los ojos pero aún así creo que los conozco muy bien, esos ojos negros y profundos los he imaginado un millón de veces, los aprendí de memoria...


P.St. & Jacka

La Soledad (Jacka)

Nadie nos enseña a estar solos y normalmente aprendemos lo que es la soledad a partir de la ausencia.
Nadie nos enseña que no existe la soledad, nadie nos lo dice, como si fuese un tabú, como si tuviéremos que sufrir necesariamente las ausencias.

Es a base de ausencias que vamos construyendo soledades concurridas, como bien dice Benedetti. Añoramos y extrañamos, buscamos compañía y vamos creando una soledad palpable, pesada, casi insoportable. Una soledad monstruosa, como la peor creación de nuestras pesadillas, como sombra siempre amenazante.

Pocos son los que, en el andar de la vida, se topan con La Soledad, esa que no es más que el reflejo del espejo, el sótano con sus demonios, el ático repleto de maquinaciones, ideas, recuerdos y el espíritu danzante que puede ir a donde quiera.

La Soledad es un tesoro muy preciado para quienes la conocen realmente y deciden no temerle a su compañía. Se les reconoce en su andar calmado, en los ojos que vagan por mundos desconocidos, en el corazón que palpita la vida con ganas de quemarla...

Para poder vivirla y disfrutarla no hay más que estar concientes de lo que somos, hay que saber de que estamos hechos y de donde venimos para que ella, con su infinita paciencia y su cruel forma de decirnos la verdad nos ayude a saber que es lo que queremos y a donde queremos llegar.

La Soledad, cuando es bien vivida, es el entendimiento de las cosas que fueron y de las cosas que estuvieron, es la motivación, de las cosas que son y de las cosas que están, es la base y el inicio de las cosas que serán, de las cosas que, estarán…
Jacka & p.st.

lunes, 28 de julio de 2008

El Deseo (P.St.)

Es un poco tarde para dibujarte en tu vestido de lluvia, la verdad, prefiero besarte sin él. No es que no me encante verte sonreír cuando lo traes puesto, es que me fascina verte bailar cuando él esta descansando frente a mi cama, en el suelo. Puedes llamarle fijación o puedes llamarle obsesión, yo, en lo particular, le llamo deseo.
Para mí el deseo es este sentimiento que me lleva a querer tenerte desnuda en mi cama, enredados en las sábanas, pero tú siempre entre mis brazos, y yo siempre entre tus piernas. Da igual si hay lluvia o sol, si es de noche o de día, si es lunes o es domingo, si afuera hay playa o hay desierto, para mí el deseo es querer tenerte en todo momento.
No, no soy ningún maniaco, estoy lo suficientemente cuerdo como para saber y darme cuenta de que a quien quiero tener así por el resto de mis días es a ti, y que viajemos de abrazo en abrazo, entre pequeñas muertes, sonrisas y miradas.

El deseo es beber de tus labios la pasión. Acercarme lo suficiente, sin tocarte, y ver cómo se enciende tu mirada, esperar hasta que no resistas más y me envuelvas con tu cuerpo.
Que no quede espacio en la piel sin besos, olvidarnos de los límites, del tiempo. Volvernos locos juntos, perdernos dentro del otro y recobrar la cordura tan sólo para perderla un día distinto.

P.St. & Jacka