jueves, 20 de noviembre de 2008

La Muerte (Jacka)

Se dejó ir, se fue apagando.
Algunos observaban el declive sin emitir sonido alguno, confundidos ante la visión terrorífica de su espíritu maltrecho.
Su amante recordaba las noches de pasión que compartían, recordaba sus manos firmes, sus besos ardientes. Luego se le erizaba la piel al sentir los nuevos dedos tibios y débiles que en vez de arrebatarla del mundo en un abrazo erótico, ahora la tentaban como si estuviesen escogiendo la fruta más madura.
El pobre diablo ya no leía, ya no fumaba y comía poco y mal. Daba eternos discursos sobre el tedio y sólo escribía reclamos por lo predecible de la vida.
Las risas sólo le eran arrancadas a través de la burla que se había convertido en su nuevo hobby. Los amigos no se habían cansado de él, simplemente lo habían olvidado, como si su presencia se hubiera ido desvaneciendo poco a poco y sólo quedara el recuerdo de aquella persona que él ya no era.
Desde el Otro Mundo su madre lo miraba iracunda, indignada ante tal desperdicio, se aguantaba las ganas de darle una visita nocturna para agitar la poca adrenalina que aún parecía quedarle.
La desesperada mujer hablaba durante las madrugadas con La Dama de Negro tratando de entender qué vida le quedaba al desdichado hijo que ella misma había traído al mundo.
Y así, conforme pasaba el tiempo, el se volvía cada vez mas imperceptible. Su amante terminó por olvidar también aquellas noches de pasión interminable, al grado de también olvidar el nombre de la persona que dormía a su lado, como si nunca lo hubiera conocido, como si nunca lo hubiera besado, como si nunca lo hubiera amado.
El, por su parte, hizo lo propio consigo mismo, hasta que llego un día en el que no se reconoció en el espejo, y fue ese mismo día, el día que dejo de hablar, y que dejo de escribir, fue ese día, el día que decidió que también se le olvidaría respirar.
Su madre y la Dama de Negro lo observaron subir lentamente hasta su habitación, lo vieron cambiarse con la tranquilidad de quien sabe su destino, listas para tomarlo entre sus brazos se acercaron poco a poco, hasta quedar paradas cada una a un lado de la cama.
Hizo una pequeña pausa mientras se cambiaba, como si hubiera sentido que ellas estaban ahí, le hecho una mirada a su cuarto como tratando de encontrarlas, pero todo lo que pudo percibir, como todo lo demás, lo olvidó.
Terminó de cambiarse y se dirigió a su cama, se acostó, y por mas que quiso no pudo sentir nada, ya todo lo había olvidado.
Cerró los ojos, se dejo ir, y poco a poco, en cuestión de minutos, se fue apagando lentamente hasta que, justo en el segundo en que la Dama de Negro tomo su mano, todo, por fin, terminó.
Jacka y P.St.

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